domingo, 20 de marzo de 2011

Insomnio idílico.

Me desperté después de un sueño inquietante. Estuve ahí estupefacto gran parte de la noche y no lograba redireccionar mis pensamientos hacia algo que no fuera ese terror indeleble. Prendí uno de esos cigarrillos que viene cargados de arrepentimiento, uno de esos que ya no se ven, que no se sienten como deberían, pero que hacen su labor como ninguna otra droga. Me sentí en un shock emocional, un ímpetu de sentimientos arrasó con lo que quedaba de la noche, una noche larga, tediosa e incomoda, como todas o al menos muchas de mis noches. No sentía el cuerpo pero si el alma. Mi alma inquieta, mi alma desgarrada de mi cuerpo pecaminoso y equivocado. Tengo en mi mente imágenes que van y vienen como todo en mi vida. Tengo la cabeza ahogada de las miradas que no supe sofocar en el momento oportuno. Siento que las palabras se abrazan a mi cuello y lo asfixian al punto de no poder gritar y simplemente termino siendo un vasallo de la noche que se empeña en ser todo eso a lo que le he tenido miedo. Me esfuerzo por salir del estado en el que estoy, tengo más de una cosa por hacer pero miles de motivos erróneos para no darme cuenta de que lo que hago lo hago mal, que la razón debería serlo todo, pero es todo lo que no quiero. No quiero tener razón, no quiero ver tus verdades convertidas en las mentiras que sé que son. No quiero que los viajes espaciales hayan sido en vano, no quiero pensar por un segundo que el petroleo que mueve mi mundo sea de un espesor tal que no deje que los deseos cumplan su cometido. No quiero las batallas perdidas, pero aun así las pierdo todas. No hay guerra para ganar, solo dilemas inconclusos, miradas hipócritas y palabras que, como todo, se las llevó el despiadado e inevitable viento. No quiero que mi mundo gire entorno a un centro que no sabe en donde quedarse estático, no es un centro en lo absoluto, pero si es un absoluto porque es lo único que tengo.

No sé porque espero que el humo sea la cortina de ese porvenir que no logra ajustarse a mis exigencias, no sé porque siento que mi vida se la está consumiendo ese calor que no deja más que desastres y cenizas de expectativas que solo yo creé, en las que yo solo depositaba una fé ciega, un amor que ya no se conoce porque ya la vida no está hecha para amar sino para gozar. Un amor que logra escaparse de mis manos para posarse en las de un traficante de ilusiones que nunca llegan a desarrollarse en su totalidad, de ilusiones que enamoran, que matan un poco al sentirlas en la boca, al sentir ese sabor amargo que no lo endulza ni los más entregados labios. Nadie se entrega por completo, nada es completo ahora, todos son cómplices al momento de generar la agonía del amor ajeno, todos quieren algo pero no hacen nada por encontrarlo. Dicen que las estrellas se posaron en los ojos de ese ser amado, si así fuera, no dejaría de mirar sus ojos, no habría nada más hermoso en el mundo que no fuera mirar directamente a los ojos y ver que eso que anhelaste toda tu vida mirando al cielo, está justo en frente tuyo. Que las estrellas si lograron encontrar resguardo en la mirada que compartían, el cosmos se hizo presente en su abrazo pero tu mente estaba aun en el cielo, divagando, soñando más, queriendo más, sin reconocer, sin valorar, que el espacio se había hecho carne, carne a la que te aferraste con tus manos arquitectas de sueños rotos.

No logro zafarme de eso que da vueltas en mi cabeza, es algo único a pesar de ser malo en su totalidad, todo lo que veo en mi mente ahora son imágenes borrascosas, sueños que no logran merecer ese nombre porque todo lo que hacen es romper eso que si es merecedor de ser un sueño. Toda ilusión depositada se va, pero todo vuelve a comenzar y es ahí donde la noche comienza a tener sentido, comienzo a escuchar ese silencio de otra manera, de una forma más atenta, escuchar mis pensamientos siempre ha sido algo que me atormenta la vida nocturna, la vida nocturna en soledad. Tengo mi mente plasmada en un vidrio roto, todo se ve diferente, troceado y dividido en esos múltiples habitantes internos, ni siquiera son inquilinos porque no logro deshacerme de ninguno. No son algo de lo que pueda desprenderme y no estoy seguro de querer unir los pedazos porque al hacerlo probablemente mi esencia se vaya con la solución. ¿Y sí la solución resulta poco? No quiero arriesgarme. Le doy a mi entorno una mirada, planeo seguir la noche en vela pero no en vano. No tengo nada que perder porque en esta estancia de mi corta vida siento que no tengo nada lo suficientemente valioso como para considerarlo en riesgo de perderse. Levanto mi cara queriendo llegar a ese limbo sentimental en el que deje a mis ilusiones encerradas, donde deje mis sentimientos amordazados e inhabilitados de todo contacto exterior. Subo a ese sitio donde dejé esa parte de mi que se equivocaba más de lo que acertaba pero que en el proceso logró más que este cuerpo tan ajeno a la vida, a sentir y a hacerse sentir. No lo dudo ni un segundo porque pensar no está en mis planes de esta noche. Apago el cigarrillo, prendo una vela y me siento en otra época, una época donde siento que los sentimientos aun valían los esfuerzos, el dolor, el deseo y las ganas de hacer a una persona tuya para siempre. Abro esa caja de Pandora que sé que desatará miles de vivencias, que soltará mentiras, soltará verdades y atrapara nuevas ilusiones. Tengo claro que el riesgo es mucho pero también sé que mis ganas de ser algo más que esto logran arrasar con los miedos y mirar directo a esa Luna que me dice con su brillo que un intento más no será suficiente, que ella aunque lo ve todo, no sabe nada. Me dirá que siempre tendré su compañía y que escuchará los aullidos de este lobo que decidí alimentar con lo mejor que tengo para ofrecer.

El Sol comienza a salir y con el la incertidumbre de las consecuencias de mi acto demente. Comienzo el día como todos pero hoy no soy yo, hoy soy distinto y me siento a gusto. Hoy simplemente voy caminando en un día oscuro, el Sol decidió esconderse para mi pero yo sé que está ahí y que sigue alumbrando mi camino, el camino que espero que llegue a otro tipo de luz, una no muy distinta a la del Sol pero si con más sentido, con más brillo. De ese que no me desespera, de ese que no me trae arrepentimientos ni momentos desagradables, es una luz que a decir verdad siempre he buscado y hoy con mis sentimientos vistiendo mi abatido cuerpo estoy dispuesto a encontrar, en cualquier presentación, en una dolorosa, en una tierna, en lo que sea, así sea en los ojos en los que ya no creo, de ahí me agarraré y no me soltaré hasta no sentir que mis manos están hechas polvo, que ya no son manos y sin ser manos ya no tienen como cogerse. Solo así dejaré de sostenerme a eso en lo que estoy dispuesto a verter cada una de las gotas de sentimiento que emane mi ilusionado corazón. Es inevitable no pensar mientras camino bajo este cielo oscuro, me es inevitable no sentir miedo, de esos miedos que se interponen con tu alegría, de esos que no sabes manejar pero eventualmente superas, quitas de tu camino y te encuentras con esa maquina de sonrisas que es esa persona que miras a los ojos y hace que todo tenga sentido, absolutamente todo.

¿Es esta mi nevera de icopor? ¿Es este momento en el que tengo que soltar mi cuerpo y dejar que se cuelgue a tus promesas? ¿Es aquí donde todo lo incoherente logra cobrar sentido? ¿Es aquí donde dejo tu recuerdo? No lo sé, no sé nada, pero aquí no vine a hacer preguntas, aquí no vine en busca de interrogantes, vine por respuestas, vine por ti, por soluciones, por peligros, por desafíos y aventuras increíbles. Vine a conquistar El Mundo, tu mundo. Vine a cambiarte el alfabeto, vine a hacerte lo que a nadie le he hecho, vine a enseñarte a hablar en el idioma que yo uso para hablar de amor. Vine a decirte las cosas más significativas que alguien le puede decir a otra persona, a decir las incoherencias que solo espero que tu entiendas. Vine a decirle al mundo que me queda pequeño, a decirle al universo que te encontré en el más remoto de sus planetas, que te busqué por una galaxia de decepciones y de llanto, que te encontré y que aquí me quedo. Aquí mis manos se harán polvo si así lo deseas, se harán tuyas si las quieres. Acá donde el mundo no es nada del este mundo, acá lo dejo todo, acá desato las ilusiones dejadas en el ático. Acá dejo que esa caja, que esos sentimientos, se vayan en el aire que envuelve tu figura, acá no entiendo nada de lo que hago, las cosas sin sentido pero con sentimiento son esas en las que creo en este día. Todo lo que hago se lo dejo al azar, lo dejo en tus manos que espero no sean resbalosas, te dejo todo y me instalo en tu mente, mudo mi caja de Pandora a tus labios, mudo mis creencias a tus palabras, cambio de camino y empiezo a recorrer tu cuerpo. Cambio de estrategia y ahora mi plan es amarte. Amarte hasta que caiga la noche porque en presencia de la Luna amarte es más que eso. Es más que acariciar tu cuerpo con pétalos de rosa, es más que tomarte de la mano. Es más que gritarle al mundo que te encontré. De noche amarte es poco y aun así es todo lo que tengo y lo único que quiero.




martes, 8 de marzo de 2011

Bendita, Bestia, Benévola.

Desde muy adentro de mi algo golpea fuerte y constantemente mi cabeza y pensamientos. Algo desde lo más profundo de mi me dice en gritos que debería alejarme de donde estoy. Salir corriendo no es una opción, no puedo, no tengo fuerzas y hasta me ahoga la incertidumbre de saber si estoy despierto o no. La duda de no saber si donde estoy es donde debo estar o simplemente a donde he llegado por una secuencia de decisiones equívocas que me han traído a hombros de mis placeres y gustos efímeros más no de mis necesidades y de mi propio bienestar.

Lo que sea que sienta se ve abrazado a una ceguera inevitable que me lleva recorriendo ciudades endemoniadas, paradas infernales donde mil soles que, así cómo me iluminan, me ciegan y queman toda esa bondad que alguna vez fue la que conformó todo lo que era y no era solo un virus que actualmente siento extinguirse mientras risas, gritos y bailes opacan las alaridos que ese ser dentro de mi quiere que el mundo conozca. No sé bien ni que decir porque simplemente lo que diga será editado y maquillado para que suene perfecto y sutil. Será maquinado para seducir a todo aquel que pueda ser fuente de placeres, de miradas lujuriosas que dan bienvenida a orgías de sentimientos impuros y descarados. Todo lo que diga será cambiado, todos mis silencios serán erróneamente interpretados y mi lenguaje corporal no será más que una invitación a casa uno de los siete pecados capitales. No habrá momento en el que mi mente se sienta segura o confiable, no soy nadie porque no siento nada, todo es automático y salvaje, animal y placentero. Toda razón se fue en bocas desconocidas, todo el raciocinio lo vertí en lagrimas, se fue en gemidos desenfrenados y gotas de pecado, saladas y envenenadas cada una de ellas.

Siento muy adentro que cada sonrisa es eso que quieren, el acto favorito del circo, lo más esperado de la noche, el payaso más triste pero talentoso. En eso se resumen los gritos internos, en risas ajenas y en una auto compasión casi suicida. Miradas que no valen nada, que no dicen nada de sentimientos, solo de placeres y agonías personales y totalmente secretas. El silencio se volvió aliado al ser las palabras puñales de quienes no saben tolerar un sentimiento determinado. El silencio lo fue todo a pesar de que no quiso estar presente. pedí a gritos que escucharan mis palabras, recorrí los confines de la tierra diciéndole al mundo mis verdades. El viaje de vuelta lo hice en silencio, con los ojos cerrados, tal vez abiertos pero oscuros y fríos. Tan expresivos cómo esa pícara Mona Lisa, tan falsos cómo una Ultima Cena e inalcanzable cómo el sueño humano de volar.

Esa bestia indomable me grita al oído, me seduce, y la complazco. Me mata de a poco pero me da más vida que la misma vida que siento al querer acabar con mi enemigo interno. Dos en uno, si no son más. Somos un conjunto de defectos que sin querer nos hacen perfectos y pecadores. Un idilio de cualidades erradas que consiguen exactamente lo que desean. Desean lo imposible y de una forma posible logran esa utopía, llegan a ese Olimpo de logros y metas inimaginables y así mismo acaban con todo lo que consiguen. Una batalla que no pedí, que no controlo ni domino, que no quiero pero si tengo aferrada al cuerpo como sanguijuela extrayendo todo eso que fui y dejé de ser, todo eso que gobierna ahora el sentimiento de pesar, odio y lastima convertido en perseverancia, audacia y seducción ajena a mi yo original.

Allí donde termina mi ciclo, es ahí donde no te encontré. Ahí donde termina es donde deberías haber estado, es donde más te sentí ausente, tan ausente que te olvidé. Tan lejos que no existes. Tan lejos que el recuerdo no es nada más que esta nueva bestia liberada, maltratada y feroz que ahora, con lagrimas hipócritas en los ojos te dice que te necesita, a ti y solo a ti, más que nunca.


"With every day, and from both sides of my intelligence, the moral and the
intellectual, I thus drew steadily nearer to that truth, by whose partial
discovery I have been doomed to such a dreadful shipwreck: that man is
not truly one, but truly two. I say two, because the state
of my own knowledge does not pass beyond that point."

Robert Louis Stevenson