lunes, 29 de julio de 2013

Parte 5: Momentos.

No sé si el lo recuerde, no sé si aun pasa por su mente el mismo momento que pasa por la mía pero sé que en ese momento la infinidad se posó entre el y yo, el amor que sentíamos el uno por el otro en ese momento no se podía describir, no era un amor que yo pudiera en este momento describirles porque el momento era palpable, era algo para observar desde que El Sol salía por el lado norte de la habitación y se posaba en el lado sur al caer sobre nosotros, al llegar la noche. Tiempo y días pasaban y yo sentía que mi cuerpo se había quedado acostado en esa cama, sentía que mi mirada no salía de sus ojos, sus ojos que con una o dos lagrimas involuntarias me decían que por favor me quedara, que no me fuera, que me necesitaba tanto como yo a el, que me amaba igual o más que yo a el, que eramos uno y que sin el otro el cuerpo de cada quien realmente se hería, dolía, sangraba, se deshacía cada minuto que estuviésemos lejos. El momento que les quiero contar ni sé cómo describirlo porque ni sé si fue solo esa vez, no sé si realmente enloquecía y ese momento eran simplemente tardes cualquiera, en las que mientras preparando algo de comer escuchaba alguna canción alegre mientras veía como torpemente me hacía una taza de té o unos huevos como si fuesen las 8 de la mañana y el día apenas comenzara.

El momento era sencillo, simple, nada de otro mundo así se sintiese como tal. El momento era acostarnos en la cama, sin ningún otro plan más que esperar que la noche cayera o que El Sol saliera, era esperar a que algo nos desconectara de ese mundo nuestro y nos llevara a hacer cosas cotidianas, de esas en las que uno ni siquiera piensa por no querer dañar el momento o por no querer romper ese silencio tan cómodo que nos arrullaba de manera mágica y casi inmediata. El momento que tanto recuerdo es ese en el que en múltiples ocasiones le cantaba, le leía, le lloraba mientras el me cantaba o me leía. El momento era compartir canciones nuevas, el momento era retarnos uno al otro a el que durmiera más rápido, al que aguantara más tiempo perdido en la mirada del otro. El momento eran miles de segundos unidos en pocas palabras, el y yo. El momento era amarnos y eso era todo, amarnos, amarnos, amarnos, amarnos... hasta que el Sol dejara de salir en nuestras cabezas y dejara de posarse al Sur en nuestros pies. Amarnos.

En muchas de estas ocasiones releía su segunda hoja, de todas las cosas que me había dado siempre me gustaba releer lo que me escribiera, era bonito pensar en esos sentimientos tan frescos que sentimos en pocas semanas de habernos conocido, siempre recordaba esas hojas y las volvía a leer. Me enamoraba cada vez mas el saber que era un sentimiento constante, que no se iba, no se apagaba ni se extinguía. Era un sentimiento desconocido, familiar a la vez si lo comparo con ese amor que siempre soñaba encontrar. Tenerlo tan cerca, sentir su respiración, conocer su cuerpo y su interior, conocer sus miradas, sus sonrisas, sus gestos y ademanes, todo aquello era un conjunto de experiencias para mi, todo aquello era oro disuelto en besos, en palabras, en abrazos y caricias. Conocerlo a el y conocerme a mi mismo en tantas estancias, tantos versos, tantas risas alocadas y besos descontrolados, todo el conjunto de emociones me hacían sentir realmente seguro, a salvo de un mundo que a ambos nos había demostrado todo lo contrario. No habían mostrado el lado amargo del amor, el lado crudo de la esperanza y sobre todo la crueldad en la fe, la confianza y la incondicionalidad. 

Hoja # 2



Me gusta pensar que soy invencible, me gusta sentir que aunque siempre este en medio mi caos interno nunca esté vulnerable a nada y sobre todo a nadie, siempre evito entregarme completamente y nunca espero recibir mas que una pequeña parte de "alguien más"; ahora, escribiendo esta casi mecánicamente como un trillado anuncio clasificado, me doy cuenta que siempre acierto en lo que estoy buscando, siempre obtengo un pasaje de ida y de regreso a otro mini-mundo, nunca he pasado de ser un extranjero entre otros pensamientos, en otros sueños, en otras manos, en otras vidas. Es costumbre construir un muro nuevo con algunos ladrillos caídos y algunas grietas alrededor. Siempre comienzo de cero y mi build-up dura por días y nunca por meses, me suena ilógico pensar que mi último comienzo haya sido tan diferente y aunque no quiera admitirlo ya no se qué estoy buscando, confieso que estoy perdido, estoy afuera de mi 'comfort zone' y no encuentro ningún camino de vuelta, mis pies no saben a donde quieren llegar y ahora siento mi mortalidad en mucho más que en pequeños momentos del día, mi vulnerabilidad ahora tiene un nombre y apellido que rima con cada unas de las letras que se asoman en mis dientes.

Desde el pequeño espacio que ocupo en este planeta monocromático, desde este esfero desechable y esta hoja manchada quiero entregarte todos mis errores ortográficos, todas mis palabras deformes y mi vida entintada como nunca lo ha estado, quiero que recibas todos mis rayones y todas mis omisiones que al fin y al cabo son evidentes en cada centímetro de mi cuerpo cubierto en una piel que ya no se ha quien le pertenece, que no sé si ha sido tocada o manoseada sin sentido, sin la corriente adecuada y sin los sudores llenos de ese silencio abismal que terminan estallandome los labios, las cejas y las mejillas porque se convierten en un sonido insoportable que me recorre las venas y me congela el corazón. 

No me gusta depende de una persona, no me gusta pensar que me voy a venir abajo y voy a perder mis días sin sentir sus huellas dactilares en todo mi cuerpo, en todos mis pensamientos. Necesito sus palabras sobre mi cuello, sobre mi lengua, sobre mis labios, en mi garganta y en mi voz. Probablemente esto que escribo ahora no sea coherente en unas semanas, unas Lunas o unos meses, pero en este momento solo tu eres mi realidad, solo tu eres mi tiempo y mis noches de insomnio, un insomnio que es mas dulce que otra cosa, que aunque me vuele los sesos y no haga más que sentirse como una inyección en la nuca, sigue siendo relevante y con sentido y es que sentido es algo que nunca he palpado, que solo hace que mis piernas tiemblen y que como un reflejo me haga huir. 


Probablemente dirán que estábamos locos, que el amor nos había atacado y que eramos una pareja de cursis tratando de crear un mundo perfecto en la fría crueldad que se ve diariamente en un mundo normal, y si, eso eramos, un par de pendejos jugando a ser felices, a crear mundos aparte, a estar toda una tarde viéndose a los ojos sin importar que el mundo allí afuera se estuviese cayendo en mil pedazos, sin importar que La Luna misma se nos viniera encima. Eso eramos y lo fuimos por momentos incontables, llenos de canciones, de lagrimas, de sudores y miradas, repetíamos ese mismo momento las veces que fueran necesarias. Ya fuese después de un largo día, ya fuese después de un Domingo perfecto o después de recorrer lugares que no conocíamos, ese momento era el momento para poner una canción tierna, una canción que nos hiciera desfallecer en el cuerpo, ese momento en el que solo importaba ser uno los dos, ser ese par de pendejos que creían en algo más allá de los hechos, más allá de lo palpable, más allá de palabras y poemas muertos, eramos palabras siendo vida y vida siendo amor. Amor era eso que sentía, eso que personalizamos en pareja, eso que llegamos a sentir tan puro y claro como el agua con la que bañábamos nuestros cuerpos, como el abrazo que me enseñó a darle, como ese amor que nadie más parecía entender. Eramos en ese momento, esos momentos mientras veíamos como La Luna se posaba en El Cielo, como ya no le aterraba, como ahora me amaba y veía esa Luna solo en mis ojos, sin caerse, sin derrumbarse, fija y constante en mis besos y en mi mirada.

Quisiera extender más esto, pero realmente solo quería expresar lo que se sentía en esos momentos, quería describir de forma breve eso que aun considero que es indescriptible....







domingo, 7 de julio de 2013

Parte 4: Abril

Creo que ya habrá pasado un mes, tal vez solo dos o tres semanas desde que lo conocí, desde que me habló del arte de la guerra, desde que me hablo de cosas básicas y banales. Ha pasado muy poco tiempo y entre besos torpes, miradas tímidas, abrazos interminables y caricias como pétalos de rosa cercanos al corazón nos hemos acercado de manera única, extraña y sin manera de explicar. Pasión convertida en palabras, en momentos tontos, en risas quebradas, en una confianza que se construyó en un tiempo récord, en un amor que crecía como una bola de nieve, una que no quería que nunca parara, una bola de nieve que simplemente seguía rodando por nuestros cuerpos, agigantándose, creciendo de una forma incomprensible pero inevitable. El amor era esa pasión creciente que no quería dejar ir, esa pasión que no pensaba dejar apagar, nunca.

Era una tarde soleada (como raro) de esas en las que los pájaros cantan, donde no hay nubes en el cielo y hay siempre una brisa de Agosto a pesar de ser Abril, maldito Abril. Habíamos ya caminado bastante por partes de la ciudad como si fuésemos turistas conociendo una ciudad extraña, íbamos entre calles, hablando, comiendo algo que viéramos en la calle, fumándonos uno que otro cigarrillo y compartiendo un café o una taza de té de vainilla. Los humos de la ciudad, la hora de la tarde, el olor que nos rodeaba no lo daba el ambiente, no lo daban las calles ni el café, ese olor era un color. Un color como de otoño, como de hojas secas, color suburbano, colores era lo que nos rodeaba y sobre todo ese olor que nunca dejó de ser mi aroma favorito. Era un olor que me daba confianza, que ambientaba mis pensamientos correctamente, que me daba confort, que acobijaba mis miedos, que me decía "Nunca más serás noche, nunca más atardecerá sin su mirada", eso me decía y en en eso empecé a creer, eso fue lo que comencé a respirar, lo que empezó a llenar mis pulmones ya tan llenos de humos negros. 

Simplemente nos vimos para hablar, la verdad eso era todo lo que hacíamos y era increíble darme cuenta de que solo eso era porque en ningún momento nos callábamos, si no estábamos conversando entonces hablábamos con los ojos, con las manos, con el cuerpo sobre el cuerpo, pero hablábamos, nos conocíamos sin llegar a confesar nada de lo que cada uno sentía por dentro, simplemente contábamos historias de la vida, caminos que habíamos recorrido, amores que habíamos olvidado y sueños que inclusive hasta llegamos a compartir. En una de esas charlas llegamos inclusive a temas turbios, sensibles para ambos, temas complicados. Era raro pensar que entre tanta perfección del momento hubiese tanto dolor en nuestras historias, tantos temores a sentir algo por alguien, a entregar con gestos mínimos partes gigantes de cada quien, tantas barreras y defensas a ceder un espacio de nuestras vidas a algo o alguien que no fuera seguro ni certero. Ambos hablábamos de como la vida nos había decepcionado, de como no sólo por amor sino por ocurrencias de la vida, locuras del destino, los dos teníamos un pasado oscuro, una vida rebelde, una historia que realmente nos daba pena confesar pero que en cuestión de semanas, de unos cuantos días ya no me importaba confesar ni escuchar. Lo quería todo, quería amar todo, entregarle mi pasado y que nunca más lo tuviese que recordar.



"...me dijiste que te gustaba el whisky, 
las mañanas de Sol y tantas 
otras cosas de las que no me acuerdo."



Recuerdo muy bien el lugar donde esa tarde nos sentamos un momento a tomarnos un café, como siempre, huyendo del Sol escogí un lugar en una esquina, con sombra pero a la vez con Sol para que él pudiese disfrutar de la luz y yo de mi cómoda sombra, recuerdo que moría del hambre entonces comimos un sándwich de pavo, yo un té y él un granizado de frutas con crema, pudo haber sido un vaso de agua y un cigarrillo, fuese lo que fuese, donde sea que estuviéramos todo se sentía bien, se sentía real, encaminado y perfecto.

Esa tarde recuerdo que me confesó que le gustaban mis ojos, me explicaba que a pesar de ser pequeños, de color estándar y sin ningún tipo de diferencia a otros, eran ojos expresivos y que hablaban mucho más de lo que yo podría decir con palabras. Me decía que mis palabras salían de mi boca pero que mis ojos las hacían verdaderas o falsas, que mis ojos le daban validez a lo que decía, porque sentía que me conocía con solo mirarme. Me explicaba cómo cuando me apenaba miraba hacía el piso y hacia cualquier otro lugar en el hemisferio sur de mi cuerpo, me explicaba como cuando me emocionaba apartaba igualmente la mirada pero la fijaba en un punto distante en el horizonte. Me contaba como cuando mi mirada se perdía en las nubes pensaba en mis sueños, en mi pasado o en que tal vez estaba pensando en él, imaginando un beso, una caricia o algo que lo hiciera emocionarse a el de la misma manera. Mis ojos, según él, estaban tristes cuando los cubría parcialmente con mi mano derecha, la de las cicatrices, la de los golpes. Me gustaba la forma en que hablaba cuando me decía todo esto, siempre me estaba mirando fijamente y nunca dejó de hacerlo. Me hablaba de una forma en la que nunca me habían hablado antes, como examinando mis ojos, mis expresiones, mis gestos y mis ademanes nerviosos mientras entre sus palabras me decía sin decirlo, que poco a poco mis ojos no dejarían de mirarlo, que minuto a minuto mis horas serían suyas y que mi factor 'tiempo' se detendría a su lado.

Su temor a La Luna seguía siendo algo confuso para mi, en realidad me gustaba estar con él en la noche, calmar con besos y abrazos lo que no podía con palabras coherentes que nunca lo convencían de dejar a un lado esa paranoia inexplicable, simplemente lo calmaba, lo miraba, le hablaba con los ojos como el me enseñó a hablar, le decía que ahí estaba yo para él, que el mundo no se le vendría encima, que ese mundo que teme que se caiga en su espalda ya no está ahí, ya cambió y se transformó. Todo eso se lo dije en un segundo, en un abrir y cerrar de ojos se consumó un beso, uno corto y silencioso, uno puro y perfecto. En una pasión callada, en esos segundos en los que simplemente le recordaba que el mundo es donde estamos parados, el momento que vivimos y lo que sentimos estando allí. Le dije que mi mundo para mi no era otro sino el presente, no era nada más que ese beso que le acaba de dar o esa mirada que le acababa de regalar. El mundo era vivir sin temores, era no dudar, no cuestionarse del ahora y simplemente soñar con que el siguiente paso que demos sea en un suelo seguro, sobre unas bases fuertes, sobre manos capaces de estar ahí para no dejarte caer, el mundo eramos los dos en ese café con esa noche bañada de Luna, con esos besos que gritaban en mi cabeza que habría miles y miles de noches para hacerle saber donde estaba parado, sobre quien estaba recostado, a quien besaba y como esa Luna allá arriba en el cielo no se caería y si se caía la recogeríamos a pedazos, juntos.


"Abril es mi mes favorito, creo que no te lo había dicho.
Es el mes donde mis días tienen forma de Paloma
 ....si si, de Paloma, una paloma azul, verde, naranja,
roja, de esas que siguen el otoño y solo ven las
hojas caer. Este mes hace que La Luna sonría, 
que El Sol tenga los ojos bien abiertos y que el
cielo se caiga a pedacitos...

...este Abril es especial."

                                                                                                                - Anónimo


En ese momento me permití a mi mismo confesarme un secreto, aceptarme una verdad y dejar de negarme verdades que no quería ver antes. Confieso que sentí mucho miedo, esa ola de emociones se me venía encima como una avalancha de la cual no tenía salida, ya estaba parado mirándola, mirándolo a él y a esa presencia que simplemente desbordaba todos mis sentidos, todo lo que temía se había hecho persona y a la vez todo lo que estaba esperando había llegado. De una forma curiosa me sentía aturdido, sin brújula y sin rumbo. En realidad no pensé necesitar nada de eso, no me sentía por ninguno de mis flancos amenazado ni atacado, no sentía que tuviese que cubrir mi espalda o mirar hacia atrás para verificar que nadie fuese a atacarme como ya lo habían hecho antes. Me sentía sin armas, sin defensas, sin muros ni murallas altas, no... nada de eso, me sentía libre y atrapado a la vez. Libre de correr por praderas bañadas de Sol ardiente, atrapado en su mirada, esa temerosa mirada igual que la mía que gritaba al viento miles de palabras sin sentido, miles de canciones que más adelante le cantaría al oído y le tararearía mientras conozco su cuerpo con las yemas de mis dedos y con el roce de mis labios, mientras recorría su cuerpo con el corazón en mis manos, mientras le cantaba en mi cabeza alguna balada romántica, mientras le recitaba algún poema de Neruda o mientras sentía en mi olfato ese aroma que no se iba, ese que curaba mi aliento entre cortado, ese olor que me mareaba y me dejaba cayendo en una espiral de la que no quería salir, de la que nunca salté. 


"Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.

Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.

Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos."

                                                                                                       - Pablo Neruda; Soneto XXV



No sé si fue el destino porque en realidad no creo mucho en esas cosas, pero en este punto de mi camino ya empezaba a creer en algo que creía muerto, así que no es sorpresa que empezara a ver el mundo con otros ojos. Me siento extraño en mi propio cuerpo porque ya no lo siento mío, ya no siento que sea frágil y débil, lo siento cambiado, nuevo y renovado. Esa tarde y esa noche simplemente nos conocimos un poco más, me gustó saber que tanto él como yo tenemos no solo un pasado, porque todos lo tenemos y lidiamos con el de los demás, pero el de él se unía con el mío por muchas historias por muchas cicatrices en nuestra espalda y por tantas caídas de las que yo me he parado solo y él también lo ha hecho. Esa tarde conectamos en un nivel diferente, a una altura fuera de este mundo, allá arriba en ese cielo 'inestable' que no pensé que nunca se fuese a caer, allá arriba elaboramos ese mundo perfecto, ese mundo aparte donde todo se puede manejar, todo se arreglaba, todo se sentía a su máximo nivel. 

Lo acompañé como era de costumbre dando pasos lentos para alargar la noche, lo llevé hasta su parada del autobus no sin antes darle un abrazo de esos interminables, esos con lagrimas en los ojos y llenos de una tristeza y alegría mezclada dándole al momento un sabor agridulce, lo dulce de su abrazo, de sus besos y su mirada y lo agrio de la despedida, momentánea pero siempre hiriente. Nos separamos y él buscó en su bolso algo, parecía desesperado e inquieto, casi temblando sacó dos hojas y me las entregó. Intenté abrirlas pero no me dejó, le pregunté que era y tampoco me explico, simplemente me dijo que sus pensamientos recientes se habían plasmado en una hoja, en palabras ajenas a él las cuales desconocía pero me regalaba. Me abrazó nuevamente y me dijo adiós. Otra vez mis ojos se aguaron por su despedida pero clavé mis ojos en estas hojas mientras caminaba escuchando 'Lovecats' de The Cure a todo volumen y saltando como si fuera una adolescente enamorada. Así me veía y así me sentía. A continuación simplemente me senté, prendí un cigarrillo y comencé a leer las palabras que me regalaba...

Hoja # 1

"No hay día en que mi cabeza no se nuble con azul y verde, no hay día en que no me duela la respiración solo por no estar entre cortada, no hay momento en la mañana, tarde o noche en que mi nariz no trate de buscar ese olor que explica millones de dilemas internos. 

Mis horas minutos y segundos se resumen en la sensación que experimenta cada milímetro de mi cuerpo cuando esos labios son presionados contra los míos, contra mi piel, mis mejillas, mis ojos, contra mi corazón y con él toneladas de pensamientos, ruidos y murmullos incoherentes que se escapan por entre mis dientes y se pierden en todos nuestros sudores. Si, nuestros porque en esos momentos solo somos uno, un cúmulo de deseos huérfanos, de preguntas sin respuestas y de cartas sin remitentes. Lo que sucede es que solo de esa forma el estar roto por dentro sirve para acomodar cada pieza faltante y cada pedazo perdido en miles de situaciones, para ubicarlo con tus piezas faltantes, con tus pedazos perdidos, para encajar, "Encajar demasiado", si es necesario. 

Eres mi negativo, anulas a cualquier otro sentido, anulas todas las voces y todas las sonrisas gastadas y perdidas. Me borras toda la información guardada y  desperdiciada en mi disco duro, en mi memoria llena de momentos oxidados. Cada palabra que pasa por tu lengua la traduces en besos de colores y sabores, en besos mojados en promesas y esperanzas que al recorrer mis labios forman un destino infinito y toman un sentido que traspasa cualquier barrera, cualquier muro, puedes ver a través de mi, podrías destrozar mi corazón en el momento adecuado y con las palabras adecuadas. Podrías hacer conmigo cualquier cosa que se te pasara por los oídos, las manos y los pensamientos. 

Creo que me fui de viaje; creo que me perdí en la mitad de las nubes y se me olvidó colocar migajas para regresar a mis días tristes, grises y al fin y al cabo no lo hice a propósito, no me levanté un Jueves o un Sábado esperando enamorarme en 30 segundos de 24 horas llenas de tedio u de caras monocromáticas. No esperaba nada de otro mundo y sin embargo eso fue exactamente lo que trajo la corriente, otro mundo. Uno que debía construir sin ninguna base mas que mis ojos dentro de los tuyos y mi mano derecha clavada sobre tu izquierda. De otra vida, rota como la mía, pero completa sobre la mía."




(...)

No supe como reaccionar ante estas palabras, era solo una hoja y mis ojos bañados en lagrimas no podían dejar de releer sus palabras, no podía dejar de pasar mis dedos sobre las palabras como si fuesen a tatuarse en mi piel. No leí la segunda hoja, en realidad no pude, las guardé ambas en mi bolsillo, seguí caminando con la mente fija en ese cielo, en ese mundo lejano que solo existe en mi cabeza, en nuestras manos juntas, en nuestros ojos mirándose y nuestras vidas uniéndose. Simplemente caminé y caminé, releyendo esa hoja, pensando en qué más podría decir en la segunda y simplemente dejándome llevar, siendo uno con mis pensamientos, mis olores y mis sabores clavados en mi cuerpo y sin intenciones de salir. Sin intenciones de ser nada más que felicidad,



"¡QUÉ VOY A HACERLE! ...¡SOY FELIZ!"

                                                                                                      - Pablo Neruda; Oda al día feliz. 






lunes, 1 de julio de 2013

Parte 3: Pasado.

He hablado del pasado, del presente, de cómo lo conocí, como me enamoré, como lo he extrañado y cómo me he dejado llevar por sentimientos, ilusiones, miradas, colores y olores de cafés, atardeceres y placeres efímeros que empecé a amar cuando conocí una palabra que más adelante me llevaría a cometer estupideces. A sentimientos que me harían gritarle al mundo, a callar en la oscuridad, a vivir de ilusiones, amar todo lo que me rodea, odiar todo lo que se me interponga en el camino y dejar atrás el pasado, ese del que les quiero hablar en esta noche tan caliente adentro, tan fría afuera. Hoy les hablaré de una noche en soledad, antes de que fuéramos dos, antes de que yo me sintiera como una persona completa, antes cuando nada ni nadie compartía conmigo lo que yo pudiese pensar e imaginar, antes cuando la relevancia que le daba a mis pensamientos era igual a cero.

Voy a comenzar diciendo que no me interesa mucho lo que puedan pensar o deducir de lo que sea que diga en este trayecto. Simplemente un día me levante queriendo ser otro, una noche me acosté esperando soñar con ser otro y me volví a levantar queriendo ser algo totalmente distinto al día anterior. Ese día fue un día extraño, diferente pero a la vez monótono como todos. Me pegué a la rutina como todos los días, hice lo que siempre hacía, odié lo que siempre he odiado y deseé mundos que solo en mi cabeza existen.

Quise ser más grande, quise ser valiente y explorador. Quise ser un gigante y un dragón. Quise ser más de lo que cualquier día pude haber deseado ser. Quise tenerlo todo sin que me importe nada. Quise salir al mundo y creerme dueño de todo. No fue un día como todos a pesar de que lo fue. Y es todo lo que diré porque a pesar de mis deseos y mis pensamientos ilusionados, el día transcurrió como el agua en un río. Siempre en el mismo sentido, a veces más rápido, a veces lento, pero siempre en el mismo testarudo sentido.

Me pasa muy seguido que me levanto pensando en si la noche anterior realmente dormí, o simplemente tuve lapsos en los cuales de tanto soñar dejé de ver la oscuridad de mi habitación. A veces no me siento con la capacidad de levantarme y comenzar un nuevo proyecto, de finalizar algo que ya comencé o de simplemente seguir desarrollando algo de una forma concreta. Me levanto sin saber si dormí lo suficiente para no seguir soñando mientras El Sol quema mis retinas y evapora mi sonrisa al verlo a El tan magnífico e intocable.

Mientras el día transcurría me daba por vencido en repetidas ocasiones, me levantaba del piso y como inteligente y racional animal seguía mi camino buscando mi bienestar, o al menos es lo que todo el mundo espera. Que yo busque lo que es mejor para mí. No siempre estoy pensando en mí mismo y eso es algo que realmente me molesta. Me molesta porque lo hago más a menudo de lo que debería y de una u otra forma siempre ando buscando aprobación de personas que ni yo aprobaría. Me molesta saber que una parte de mi es totalmente dependiente a los demás, a sonrisas efímeras y a felicidades de minutos que simplemente se van cuando la música deja de sonar o cuando el alcohol deja de ser servido. Cuando no hay factores externos que me hagan ser feliz, es cuando más quiero serlo, cuando estoy sentado, solo, escribiendo y esperando una sonrisa de la Luna, ahí es cuando más busco en el cielo oscuro un trozo de felicidad. Lo hacía en esta estancia porque era allí donde debía encontrarme, es allí donde debía buscarme, a mí y a mis afectos, es decir, en la barra de un bar no están los abrazos que busco y realmente dudo que estén en el bajo de canciones que me hagan ser quien creo que no soy.

Cuando se trata de complacer, la última persona en la que pienso es en mí. Siempre ando buscando la felicidad de mi entorno como si esto significara que algún día este entorno me devolverá el favor. Eso no pasa. No cuando vives en una sociedad tan egocéntrica que solo piensa en sí misma y en el bienestar propio. Pueden fingir perfectamente que se interesan por algo que vaya más allá de sus narices, pero como dije, es algo que saben fingir, no que sepan hacer y sentir en realidad.  Yo lo he hecho, pero sinceramente, a mi no me importa mucho el mundo, no por lo menos el mundo en el que vivo actualmente. Doy a mis allegados lo que se merecen, a veces más. Pero no soy de los que dan un brazo amigo a una persona en necesidad, no por lo menos necesidades tan banales como las que se ven pavoneándose en calles pecaminosas y realmente sobrepobladas de vanidades mal infundadas.

Como venía diciendo, iba caminando por las calles, con la adrenalina que se siente al vivir en una ciudad en la cual de cualquier esquina pueden venir malas noticias, iba por ahí como con esa confusión de si seguir adelante o simplemente volver a la cama y esperar que las horas pasean desde el momento en el que te levantas hasta cuando, por pura naturaleza, tienes que volverte a dormir.  La cosa es que sigo caminando, cojo rutas inexploradas, doy pasos en magnitudes nunca usadas, voy cambiando hasta mi estilo de caminar, lo hago con la esperanza de destacar, o simplemente de regalarme a mí mismo un buen chiste para el camino.

Seguí caminando deseando que algo de repente me hiciera despertar, de pronto algún joven o tal vez la bocina de un carro, algo. De pronto hasta estaba esperando la muerte o simplemente una señal de algo. Realmente no lo sé. Mis pensamientos cambiaban con cada paso que daba entonces es difícil de decir que es lo que quiero. Bueno, iba caminando y decidí parar un momento y darle un vistazo a mi alrededor, solo mirar mi entorno mientras prendía un cigarrillo y pensaba en como esto no es divertido para alguien más. En realidad no lo entiendo. Usted, vaya afuera, fúmese un cigarrillo y mire a las personas, es una clase de circo si lo piensan bien. Somos todos animales haciendo cosas que yo creo que ni siquiera Dios pensó que lograríamos o nos atreveríamos a hacer. Es decir, Dios nos creó para estar en una especie de paraíso, caminando por ahí desnudos y riéndonos mientras comemos toda clase de comida, excepto manzanas por supuesto. Ahora todos somos un grupo de personas insatisfechas que siempre está buscando  algún tipo de aceptación cuando en realidad todo lo que necesitamos es un golpe en la cabeza que nos haga ver que estamos yendo detrás de las cosas equivocadas. Construyendo edificios sin unas bases reales y adorando a las personas equivocadas. Pero bueno, lastimosamente así es como funciona el mundo en el que vivimos y lo peor de todo es que estamos tan acostumbrados a vivir en este error que no hacemos nada por enmendar lo que claramente está mal hecho. Pero no culpo a nadie en especial ya que el culpable bien puedo ser yo o inclusive una persona a quien yo aprecie mucho. Todos, como dije anteriormente, hacemos parte de un circo que nunca deja de innovar en actuaciones que realmente nos dejan perplejos por su alto contenido de superficialidad y conveniencia personal.

Sin darme cuenta ya estaba relativamente lejos de casa, y la verdad no quería volver, no quería acobijarme ni quería sentir calor, me gustaba sentir lo que sentía así no fuese solamente frío. Me gusta sentir miedo, sentirme vivo de alguna manera, pararme bajo la lluvia y ver figuras que no existen allí pero si en mi cabeza. Recuerdo perfectamente haberme sentado debajo de un poste de luz, un poste de luz como cualquiera que pueden ver en la calle. Me quedé debajo de este poste bastante tiempo, no sé porque confundía la lluvia que caía con una especie de lluvia de meteoritos, en mi cabeza lo era y no tengo ni idea porque pero era realmente fascinante, por minutos estuve ahí debajo de esa lluvia viendo como se venía encima mio toda una galaxia de pensamientos y emociones que no supe como describir pero en ese momento me sentía totalmente extasiado. La escena me recordaba esas escenas de Star Wars cuando su nave espacial viajaba a la velocidad de la luz y la ventana panorámica de la nave se veía con estrellas infinitas de diferentes colores pasando rápidamente, cambiando constantemente y llevándolos lejos, eso quería en ese momento, ridículo pero lo deseaba con todo el corazón.

Mientras estaba allí sentado con mis pensamientos me vi interrumpido por una joven de unos 17 o 16 años. Le pregunté si tenía alguna clase de afán, le aclaré que no pretendía hacerle nada malo y que yo era relativamente igual que ella, solo que sin tanto arancel que me subiera el ego como a ella. Ella al notar una actitud despectiva de mi parte no se asusto, ni salió a correr como usualmente hacemos ante una situación así. Ella me pregunto qué quería, y me cuestionó el porqué de estar sentado bajo la lluvia y mirando el cielo como si el mismo Dios me estuviera saludando. La verdad no supe que responderle en el momento, simplemente le dije que si quería entenderme tendría que imitarme. Y lo hizo, no sé porqué, yo de ser ella hubiese salido corriendo y no volvería a pasar enfrente de ese poste, mucho menos si hay una persona de aspecto dudoso que le esta rindiendo un homenaje a la caída de la lluvia. Se sentó al lado mío, claro que de una forma más refinada. Sacó una revista de su bolso gigante y en ella puso sus pantalones de última colección. Para mi suerte no me atraen en nada las mujeres, mucho menos su cuerpo, pero ella tenía algo que la hacía realmente interesante, o eso pensaba. Le explique lo que estaba haciendo, se lo explique detalladamente. Le dije que muy cuidadosamente mirara hacía arriba y su mente se pondría a hacer el resto.

No supe cómo interpretar su mirada, no supe si había captado lo que yo quería o si había notado que estaba en presencia de una eminencia como yo o si simplemente se dió cuenta de que no hay que confiar en extraños. El asunto es que no bajó la mirada del cielo por un momento, yo no pude volver a subirla, por el miedo a no encontrar en el cielo lo que había visto previamente. No sé si sigo drogado, no sé si soy un soñador de esos que crean un mundo aparte para alejarse de la realidad. No sé si simplemente me gusta ver puentes donde solo pasan corrientes furiosas de agua, no sé si me gusta creer en unicornios cuando lo único que hay son caballos blancos, no sé si creer en la luz porque la oscuridad parece absorberlo todo. Pero en este momento creo en mi mente y en cómo esta trabaja para darle vida y alegría a factores que suelen ser desagradables como la lluvia.

La joven no duró mucho mirando hacia el cielo y la verdad ni creo que al imitarme le causara alguna sensación próxima a lo que yo sentía en el momento que miraba como esas estrellas se me venían encima, sentía inclusive paranoia de que se me viniera el cielo encima, ¿que ironía no?, menos mal no había Luna esa noche. Finalmente la joven simplemente me miró y me deseó una buena noche, la entiendo, probablemente tendría cosas que hacer y una casa caliente con un amor fraternal a la cual llegar a comentar la experiencia que tuvo con un idiota loquito en la calle. Ni idiota, ni loquito… pienso yo.  

Recuerdo haber odiado a esa joven, recuerdo haberla puesto en un altar en cuestión de segundos, recuerdo haberla despreciado por no reaccionar igual que yo y en ese momento supe que probablemente el que estaba mal era yo y no ella. Que de pronto debía comenzar a pensar en otras cosas diferentes, no en meteoritos que no existían en esa noche, no en Star Wars ni en escaparme en segundos a otro mundo, no. De pronto debería comenzar a creer en el amor, pensamiento que recuerdo me hizo reír bastante mientras caminaba hacia la nada. Pero en ese momento empecé a creer, en eso pensé toda la noche mientras fumaba y observaba, mientras soñaba y me imaginaba como sería, como se sentiría y si algún día lograría conocerlo.

Entre pensamientos ridículos me perdí esa noche, entre miradas extrañas me volví a reconfortar, entre licores varios ahogué mis pensamientos, entre humos diferentes perdí de nuevo el hilo de mí vida y con sonidos estrepitosos por fin cerré los ojos y callé a mi consciencia puritana y aburrida, esa que no quería escuchar esa noche, esa que decía lo que no quería escuchar. Simplemente me dejé llevar una vez más, perdiendo la razón, dejando de observar y dejándome llevar por la noche, me envolví en hipocresía, mentiras, sudor y besos varios, amor de momento, roces de dolor, desesperación y placer que más adelante la vida me cobraría. “Jódete amor”, pensaba mientras el remolino de emociones nublaban todo concepto perfecto que pude haber tenido durante mi trayecto.

Esa noche supe que moriría por amar, así el amor fuese noche, fuese dolor y agonía. Esa madrugada supe que alguien mataría por mí y que yo moriría por alguien, por todo ese concepto de amor que vomitaría en la mañana. 





Parte 2: El arte.


Sentir frío era extrañarlo un poco, era aceptar su ausencia, sentir frío era dormir con medias, un saco de lana y un pantalón de pijama que calentara mi cuerpo en la noche. Sentir frío era abrazar la noche y cantarle a La Luna canciones de amor. Sentir frío era conocer mi cuerpo solitario, era conocer como la sangre fluye lento por las venas a la falta de calor. Sentir frío era reconocer un vacío físico y espiritual, sentir frío era extrañar su calor, sentir frío era aceptar que poco a poco, moría por dentro.

Llevábamos un tiempo sin vernos, desde que comenzó todo ha sido nuevo y extraño para mí, nuevo en sentido en que todo el tiempo se reinventa, extraño en que me desconozco hospedando ese tipo de sentimientos en un cuerpo que no tenía vida y la rechazaba todo el tiempo. Creo que nunca les conté cómo lo conocí, saben que lo besé y que lo amé, que lo conocí sabiendo quien era y quien iba a ser más adelante, pero no saben exactamente cómo lo conocí. Obviamente fue en un día soleado, soleado pero oscuro, no lo conocí a la luz del Sol ni lo conocí mientras el viento soplaba su pelo y el Sol contrastaba perfectamente con el color de sus ojos, el rubor en sus mejillas y el castaño de su pelo, no. Lo conocí en un día perfecto para cualquiera, horrible para mí.

Me encontraba leyendo el tan conocido libro de Sun Tzu 'El arte de la guerra', a modo de catarsis para ciertos demonios del pasado de los cuales me quería liberar y de los cuales me desprendí leyendo esta increíble obra. A pesar de ser un libro 'textualmente' dirigido a la estrategia, el orden, el pensamiento militar, para un apasionado como yo es sabiduría con respecto a muchos aspectos de la vida, el amor por ejemplo. 'El arte de la guerra' debería cambiar su título, ser 'El arte de la vida' porque es una obra que nos muestra no solo como manejar guerras sino nos muestra como la vida es una constante batalla, un duelo entre nosotros y el mundo. Nosotros y nosotros mismos inclusive. La vida requiere organización, estrategia, saber cuándo rendirse, saber cuándo pelear. Saber cuándo izar la bandera de victoria y cuando la de paz. Cuando buscar una guerra y cuando retroceder sabiamente. Este es un manual de vida y es lo que leía cuando me sentía perdido, sin rumbo, agotado y sin ninguna nueva estrategia de vida. Planeaba como atacar al tedio, como batallar con esa agonía interna, como vencer enemigos que solo yo me había impuesto, como matar a cualquier cosa que no fuese vida. Como maquinar todos los aspectos de mi vida para derrotar un pasado que no había dejado nada bueno, nada que pudiese ser rescatado. Ese día espléndido en esa sala de espera yo esperaba algo totalmente diferente y fue allí donde me encontró.



-“Toda guerra se funda en el engaño.” Escuché más allá de la canción que sonaba en mis audífonos. Debió ser una voz muy grave y fuerte para escucharla por encima de las voces agudas y tajantes de Hooverphonic, pero la escuché y me estremeció (la vida) de una manera que nunca había sentido antes. Miré hacia atrás en diagonal derecho hacia mí y ahí estaba, lleno de papeles, carpetas, folios y un café. Tenía un aspecto intrigante, estaba sentado igual que yo, esperando por algo, su apariencia era algo desinteresada, llevaba unos jeans, unos zapatos de gamuza, una camisa con algunos botones sin abotonar y una bufanda que me imagino era su forma de personalizar el atuendo. Sentía en su aroma que acaba de pedir su café ya que ese olor me era muy familiar, ese aroma a café recién hecho y a un Marlboro rojo recién apagado. Era una persona que sabía que querría conocer, tenía esos ojos que me hacían imaginarme mundos mucho más lejos de la silla en la que estaba sentado y su cuerpo era un cuerpo que no demoraría en nunca querer dejar. 

Rápidamente lo analicé, lo miré como se mira no una obra de arte sino algo más allá de eso, algo que impacta no tu vista sino a ti como persona, como ese completo medio roto que busca pedazos de vida en las calles pero que encuentra todo cuando alza la mirada, cuando decide ir más lejos, cuando decide golpearse con la vida y abrazarla. Entonces eso hice, lo abracé, lo conocí en 5 segundos, ya sabiendo quien era, ya sabiendo que me haría. Supongo que se percató del libro que yo traía en las manos ya que la frase la había leído hace poco y al igual que a él supongo que será de esas frases que no olvidas después de leerlas, esas frases que se quedan en tu cabeza dando vueltas, al igual que lo ha hecho ese recuerdo vagabundeando en mis pensamientos desde entonces.



Entablamos conversación de una forma natural, inclusive el tiempo pasaba demasiado rápido, era hasta lamentable porque yo siendo una persona reservada, tímida, desinteresada, no sabía cómo darle continuidad a algo que no era natural para mí. No sabía ni siquiera a qué ni a quién me estaba confrontando, solo sabía que por unas horas, ese Sol dejó de ser Sol para ser creador de un escenario diferente. Ese escenario a las 5 de la tarde donde El Sol ya casi se oculta y los colores de todo toman un tono que me encanta, el cielo se pinta de rosado, naranja, amarillo, azul en diferentes gamas y podría jurar que hasta rojo incandescente, verde esperanza o un violeta digno de perder el aliento. A esa hora veía su piel naranja, sus ojos más claros al contacto con esos rayos de un Sol que ya iba despidiéndose, veía como a través de la ventana los arboles bailaban con el viento que juraría que a esa hora especifica sopla más fuerte, que refresca el día antes de que caiga la noche. Podría jurar que estaba soñando, podría jurar que a esa hora perfecta del día yo estaba viendo todo en una gama de colores que contrastaban con esas partes de mi corazón negras y marchitas, tal vez con las de él también.

La mayoría de la conversación la tuvimos acerca de libros varios, obras de autores un poco clichés la verdad, esas obras literarias que todos hemos leído por cultura general, moda o por simplemente obligaciones en el colegio. Hablamos después de Sun Tzu y del libro que yo traía en las manos, él lo hojeaba buscando partes del libro para leerme y me imagino que sorprenderme con su retentiva o su memoria que según él, conocía donde se encontraba tal y tal frase (cosa que yo también hago, pero como he dicho, no soy una persona que socialice rápidamente y estaba realmente intimidado) y lo que decía y lo que significaba. La verdad no le ponía mucha atención, yo sabía dónde estaban las frases y sabía lo que significaba para mí, he leído ese libro más de siete veces y podría encontrar todos los puntos y comas si fuese necesario para también sorprenderlo a él. Yo simplemente escuchaba sin escuchar, en ese momento me dediqué a conocer su cara, sus gestos, sus ojos y como se perdían en ese cercano atardecer que le daban cierta nostalgia a sus palabras y al momento que duró lo que duró El Sol en irse del cielo, duró lo que duró La Luna en salir a ese cielo pintado de noche y tarde al tiempo, momento en el que se despidió sin explicación, con una sonrisa que me persiguió esa y muchas tardes esperando volverlo a ver, esperando que me explicara el arte de la guerra, del olvido, del amor, del dolor y de la vida que vi en esa tarde de matices irreales e irreemplazables.

Así fui que lo conocí, en una tarde de colores, de olores que ahora solo me recuerdan momentos. De sabores que me recuerdan cómo me desprendí del suelo y salí volando lejos de mi anterior cuerpo. Así fue que lo conocí, en una tarde de Sol intenso, de colores fuera de mis gamas de confort, de palabras que creía no pronunciar nunca, de un calor que me quemó así cómo me quema el frío en esta noche. Noche en la que no sé de él, en la que lo extraño, una noche que sé que viviré más Lunas, un día entero que me convirtió en noches infinitas. Fuego que me congeló la sangre.


Acostado con la cabeza dando vueltas, con el cuerpo intacto y la mente ida... espero, así como ambos esperábamos esa tarde. 


Así como nos encontramos.