lunes, 1 de julio de 2013

Parte 3: Pasado.

He hablado del pasado, del presente, de cómo lo conocí, como me enamoré, como lo he extrañado y cómo me he dejado llevar por sentimientos, ilusiones, miradas, colores y olores de cafés, atardeceres y placeres efímeros que empecé a amar cuando conocí una palabra que más adelante me llevaría a cometer estupideces. A sentimientos que me harían gritarle al mundo, a callar en la oscuridad, a vivir de ilusiones, amar todo lo que me rodea, odiar todo lo que se me interponga en el camino y dejar atrás el pasado, ese del que les quiero hablar en esta noche tan caliente adentro, tan fría afuera. Hoy les hablaré de una noche en soledad, antes de que fuéramos dos, antes de que yo me sintiera como una persona completa, antes cuando nada ni nadie compartía conmigo lo que yo pudiese pensar e imaginar, antes cuando la relevancia que le daba a mis pensamientos era igual a cero.

Voy a comenzar diciendo que no me interesa mucho lo que puedan pensar o deducir de lo que sea que diga en este trayecto. Simplemente un día me levante queriendo ser otro, una noche me acosté esperando soñar con ser otro y me volví a levantar queriendo ser algo totalmente distinto al día anterior. Ese día fue un día extraño, diferente pero a la vez monótono como todos. Me pegué a la rutina como todos los días, hice lo que siempre hacía, odié lo que siempre he odiado y deseé mundos que solo en mi cabeza existen.

Quise ser más grande, quise ser valiente y explorador. Quise ser un gigante y un dragón. Quise ser más de lo que cualquier día pude haber deseado ser. Quise tenerlo todo sin que me importe nada. Quise salir al mundo y creerme dueño de todo. No fue un día como todos a pesar de que lo fue. Y es todo lo que diré porque a pesar de mis deseos y mis pensamientos ilusionados, el día transcurrió como el agua en un río. Siempre en el mismo sentido, a veces más rápido, a veces lento, pero siempre en el mismo testarudo sentido.

Me pasa muy seguido que me levanto pensando en si la noche anterior realmente dormí, o simplemente tuve lapsos en los cuales de tanto soñar dejé de ver la oscuridad de mi habitación. A veces no me siento con la capacidad de levantarme y comenzar un nuevo proyecto, de finalizar algo que ya comencé o de simplemente seguir desarrollando algo de una forma concreta. Me levanto sin saber si dormí lo suficiente para no seguir soñando mientras El Sol quema mis retinas y evapora mi sonrisa al verlo a El tan magnífico e intocable.

Mientras el día transcurría me daba por vencido en repetidas ocasiones, me levantaba del piso y como inteligente y racional animal seguía mi camino buscando mi bienestar, o al menos es lo que todo el mundo espera. Que yo busque lo que es mejor para mí. No siempre estoy pensando en mí mismo y eso es algo que realmente me molesta. Me molesta porque lo hago más a menudo de lo que debería y de una u otra forma siempre ando buscando aprobación de personas que ni yo aprobaría. Me molesta saber que una parte de mi es totalmente dependiente a los demás, a sonrisas efímeras y a felicidades de minutos que simplemente se van cuando la música deja de sonar o cuando el alcohol deja de ser servido. Cuando no hay factores externos que me hagan ser feliz, es cuando más quiero serlo, cuando estoy sentado, solo, escribiendo y esperando una sonrisa de la Luna, ahí es cuando más busco en el cielo oscuro un trozo de felicidad. Lo hacía en esta estancia porque era allí donde debía encontrarme, es allí donde debía buscarme, a mí y a mis afectos, es decir, en la barra de un bar no están los abrazos que busco y realmente dudo que estén en el bajo de canciones que me hagan ser quien creo que no soy.

Cuando se trata de complacer, la última persona en la que pienso es en mí. Siempre ando buscando la felicidad de mi entorno como si esto significara que algún día este entorno me devolverá el favor. Eso no pasa. No cuando vives en una sociedad tan egocéntrica que solo piensa en sí misma y en el bienestar propio. Pueden fingir perfectamente que se interesan por algo que vaya más allá de sus narices, pero como dije, es algo que saben fingir, no que sepan hacer y sentir en realidad.  Yo lo he hecho, pero sinceramente, a mi no me importa mucho el mundo, no por lo menos el mundo en el que vivo actualmente. Doy a mis allegados lo que se merecen, a veces más. Pero no soy de los que dan un brazo amigo a una persona en necesidad, no por lo menos necesidades tan banales como las que se ven pavoneándose en calles pecaminosas y realmente sobrepobladas de vanidades mal infundadas.

Como venía diciendo, iba caminando por las calles, con la adrenalina que se siente al vivir en una ciudad en la cual de cualquier esquina pueden venir malas noticias, iba por ahí como con esa confusión de si seguir adelante o simplemente volver a la cama y esperar que las horas pasean desde el momento en el que te levantas hasta cuando, por pura naturaleza, tienes que volverte a dormir.  La cosa es que sigo caminando, cojo rutas inexploradas, doy pasos en magnitudes nunca usadas, voy cambiando hasta mi estilo de caminar, lo hago con la esperanza de destacar, o simplemente de regalarme a mí mismo un buen chiste para el camino.

Seguí caminando deseando que algo de repente me hiciera despertar, de pronto algún joven o tal vez la bocina de un carro, algo. De pronto hasta estaba esperando la muerte o simplemente una señal de algo. Realmente no lo sé. Mis pensamientos cambiaban con cada paso que daba entonces es difícil de decir que es lo que quiero. Bueno, iba caminando y decidí parar un momento y darle un vistazo a mi alrededor, solo mirar mi entorno mientras prendía un cigarrillo y pensaba en como esto no es divertido para alguien más. En realidad no lo entiendo. Usted, vaya afuera, fúmese un cigarrillo y mire a las personas, es una clase de circo si lo piensan bien. Somos todos animales haciendo cosas que yo creo que ni siquiera Dios pensó que lograríamos o nos atreveríamos a hacer. Es decir, Dios nos creó para estar en una especie de paraíso, caminando por ahí desnudos y riéndonos mientras comemos toda clase de comida, excepto manzanas por supuesto. Ahora todos somos un grupo de personas insatisfechas que siempre está buscando  algún tipo de aceptación cuando en realidad todo lo que necesitamos es un golpe en la cabeza que nos haga ver que estamos yendo detrás de las cosas equivocadas. Construyendo edificios sin unas bases reales y adorando a las personas equivocadas. Pero bueno, lastimosamente así es como funciona el mundo en el que vivimos y lo peor de todo es que estamos tan acostumbrados a vivir en este error que no hacemos nada por enmendar lo que claramente está mal hecho. Pero no culpo a nadie en especial ya que el culpable bien puedo ser yo o inclusive una persona a quien yo aprecie mucho. Todos, como dije anteriormente, hacemos parte de un circo que nunca deja de innovar en actuaciones que realmente nos dejan perplejos por su alto contenido de superficialidad y conveniencia personal.

Sin darme cuenta ya estaba relativamente lejos de casa, y la verdad no quería volver, no quería acobijarme ni quería sentir calor, me gustaba sentir lo que sentía así no fuese solamente frío. Me gusta sentir miedo, sentirme vivo de alguna manera, pararme bajo la lluvia y ver figuras que no existen allí pero si en mi cabeza. Recuerdo perfectamente haberme sentado debajo de un poste de luz, un poste de luz como cualquiera que pueden ver en la calle. Me quedé debajo de este poste bastante tiempo, no sé porque confundía la lluvia que caía con una especie de lluvia de meteoritos, en mi cabeza lo era y no tengo ni idea porque pero era realmente fascinante, por minutos estuve ahí debajo de esa lluvia viendo como se venía encima mio toda una galaxia de pensamientos y emociones que no supe como describir pero en ese momento me sentía totalmente extasiado. La escena me recordaba esas escenas de Star Wars cuando su nave espacial viajaba a la velocidad de la luz y la ventana panorámica de la nave se veía con estrellas infinitas de diferentes colores pasando rápidamente, cambiando constantemente y llevándolos lejos, eso quería en ese momento, ridículo pero lo deseaba con todo el corazón.

Mientras estaba allí sentado con mis pensamientos me vi interrumpido por una joven de unos 17 o 16 años. Le pregunté si tenía alguna clase de afán, le aclaré que no pretendía hacerle nada malo y que yo era relativamente igual que ella, solo que sin tanto arancel que me subiera el ego como a ella. Ella al notar una actitud despectiva de mi parte no se asusto, ni salió a correr como usualmente hacemos ante una situación así. Ella me pregunto qué quería, y me cuestionó el porqué de estar sentado bajo la lluvia y mirando el cielo como si el mismo Dios me estuviera saludando. La verdad no supe que responderle en el momento, simplemente le dije que si quería entenderme tendría que imitarme. Y lo hizo, no sé porqué, yo de ser ella hubiese salido corriendo y no volvería a pasar enfrente de ese poste, mucho menos si hay una persona de aspecto dudoso que le esta rindiendo un homenaje a la caída de la lluvia. Se sentó al lado mío, claro que de una forma más refinada. Sacó una revista de su bolso gigante y en ella puso sus pantalones de última colección. Para mi suerte no me atraen en nada las mujeres, mucho menos su cuerpo, pero ella tenía algo que la hacía realmente interesante, o eso pensaba. Le explique lo que estaba haciendo, se lo explique detalladamente. Le dije que muy cuidadosamente mirara hacía arriba y su mente se pondría a hacer el resto.

No supe cómo interpretar su mirada, no supe si había captado lo que yo quería o si había notado que estaba en presencia de una eminencia como yo o si simplemente se dió cuenta de que no hay que confiar en extraños. El asunto es que no bajó la mirada del cielo por un momento, yo no pude volver a subirla, por el miedo a no encontrar en el cielo lo que había visto previamente. No sé si sigo drogado, no sé si soy un soñador de esos que crean un mundo aparte para alejarse de la realidad. No sé si simplemente me gusta ver puentes donde solo pasan corrientes furiosas de agua, no sé si me gusta creer en unicornios cuando lo único que hay son caballos blancos, no sé si creer en la luz porque la oscuridad parece absorberlo todo. Pero en este momento creo en mi mente y en cómo esta trabaja para darle vida y alegría a factores que suelen ser desagradables como la lluvia.

La joven no duró mucho mirando hacia el cielo y la verdad ni creo que al imitarme le causara alguna sensación próxima a lo que yo sentía en el momento que miraba como esas estrellas se me venían encima, sentía inclusive paranoia de que se me viniera el cielo encima, ¿que ironía no?, menos mal no había Luna esa noche. Finalmente la joven simplemente me miró y me deseó una buena noche, la entiendo, probablemente tendría cosas que hacer y una casa caliente con un amor fraternal a la cual llegar a comentar la experiencia que tuvo con un idiota loquito en la calle. Ni idiota, ni loquito… pienso yo.  

Recuerdo haber odiado a esa joven, recuerdo haberla puesto en un altar en cuestión de segundos, recuerdo haberla despreciado por no reaccionar igual que yo y en ese momento supe que probablemente el que estaba mal era yo y no ella. Que de pronto debía comenzar a pensar en otras cosas diferentes, no en meteoritos que no existían en esa noche, no en Star Wars ni en escaparme en segundos a otro mundo, no. De pronto debería comenzar a creer en el amor, pensamiento que recuerdo me hizo reír bastante mientras caminaba hacia la nada. Pero en ese momento empecé a creer, en eso pensé toda la noche mientras fumaba y observaba, mientras soñaba y me imaginaba como sería, como se sentiría y si algún día lograría conocerlo.

Entre pensamientos ridículos me perdí esa noche, entre miradas extrañas me volví a reconfortar, entre licores varios ahogué mis pensamientos, entre humos diferentes perdí de nuevo el hilo de mí vida y con sonidos estrepitosos por fin cerré los ojos y callé a mi consciencia puritana y aburrida, esa que no quería escuchar esa noche, esa que decía lo que no quería escuchar. Simplemente me dejé llevar una vez más, perdiendo la razón, dejando de observar y dejándome llevar por la noche, me envolví en hipocresía, mentiras, sudor y besos varios, amor de momento, roces de dolor, desesperación y placer que más adelante la vida me cobraría. “Jódete amor”, pensaba mientras el remolino de emociones nublaban todo concepto perfecto que pude haber tenido durante mi trayecto.

Esa noche supe que moriría por amar, así el amor fuese noche, fuese dolor y agonía. Esa madrugada supe que alguien mataría por mí y que yo moriría por alguien, por todo ese concepto de amor que vomitaría en la mañana. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario