martes, 6 de julio de 2010

Por encima.

No puedo pensar en un momento más sublime que este. En un estado más profundo y puro en el que mis tristezas y deseos se ven cogidas de la mano fusionadas por una pasión incandescente en la que los miedos y agonías se asemejan a pequeños obstáculos que desde esta altura se ven como hormigas corriéndole a mi seguridad y satisfacción. No encuentro descripción para tal sentimiento ni agua para apaciguar las llamas que por dentro siento. Todo se ve tan difuso desde acá, tan claro en mi mente pero tan complejo en la vida. Todo tiene sentido propio cuando lo visualizo pero practicándolo es tan intrínseco e inalcanzable. Cada paso que doy me inquieta al pensar si me acerca o me aleja de mi nirvana personal. Es confuso a tal punto de volverme un vasallo de mis pensamientos, un esclavo de mis felicidades y tristezas. Encadenado me siento a una vida que no he sido capaz de controlar y domar. Me siento dando buenos pasos, me siento cerca a mis metas y propósitos, me siento lejos de ellas también, todos los días cambia mi perspectiva en cuanto a mis alcances y limitaciones. En un momento como este siento que todos admiran la perfección y felicidad que emanan mis movimientos y acciones, siento que dentro de mí se van materializando pedacitos de alegría que se escapan de mis ojos y que mueven mis manos, manos que le aplauden a un mundo mal pensante, a un mundo erróneo en el que el más corrupto es el más alabado y el que más hiere es el que más gana. Le aplaudo a la hipocresía pero la maldigo y la refuto en cada uno de mis pensamientos. Estando tan alto no me es vital igualarme al nivel equivoco en el que viven los demás. No siento pesar ni pienso en que debería sentirlo. No me siento cruel al pensar en el porqué no siento pesar, pero me siento bien cuando me doy cuenta de que no tengo motivo para no hacerlo. Siento mi cuerpo corriendo contra una corriente de porvenir cuestionable y desconocido, siento la fuerza y la adrenalina para batallar contra los obstáculos futuros y los fantasmas del pasado. Siento que cuando me equivoco estoy más cerca de estar en lo correcto. No me compadezco ni me permito lamentos inútiles. No me arrodillo ante nadie ni le pido nada al cielo. Donde estoy es a donde he llegado, donde me ven es donde tengo que estar, donde merezco estar y donde disfruto estar. Porque, en un estado como este, en un momento como este, donde me ven, solo me hace falta levitar por encima de los cerdos.

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